Después de celebrar el 1 de noviembre la fiesta de todos los santos, nos queda un interrogante, un sinsabor, al sentirnos quizás tan lejos de la SANTIDAD.

El Señor nos llama a todos a ser santos, su Palabra nos dice: “SEAN PERFECTOS, COMO MI PADRE CELESTIAL ES PERFECTO”. (Mt. 5,48).

Si el Señor nos lo dice y quiere que todos seamos santos, es porque en lo cotidiano de nuestra vida sencilla y con la ayuda del Espíritu Santo podemos vivir en santidad, sin complicaciones, con la mirada puesta en Jesús, en su voluntad, sin milagros, ni cosas raras.

La SANTIDAD está al alcance de todos. Si partimos de esta verdad y ofrecemos al Señor todo lo que vimos, hacemos, sufrimos, en nuestro diario peregrinar: trabajos, alegrías, servicio, entrega, dificultades etc. Todo esto vivido con amor, ES SANTIDAD.

Santa Teresita del Niño Jesús, religiosa, joven, dentro de su convento, fue santa y es así como nos invita a HACER LO ORDINARIO, EXTRAORDINARIAMENTE BIEN.  Al igual que ella, el duro trabajo de un campesino, los dolores de un enfermo, el trabajo de una madre, de un misionero, de un empleado, etc., ofrecidos con amor, se convierten en semillas de santidad. También los jóvenes pueden vivir en santidad, en el cumplimiento de sus deberes. Tenemos el ejemplo de Carlo Acutis.

Peregrinemos pues, llenos de esperanza y convencidos de que podemos ser santos, debemos ser santos, vamos a ser santos, en lo ordinario y sencillo de cada día. Claro está que no es fácil, por nuestra condición débil, necesitamos esfuerzo, vigilancia y constancia. Es con sacrificio que podemos lograr lo que queremos.

Nuestra Madre Santísima fue una mujer santa, en el Hogar de Nazareth, vivió en santidad. Ella nos anima hoy a PEREGRINAR CON ESPERANZA y con la convicción profunda, de que ser santos no es para unos pocos, que todos podemos llegar a serlo con la presencia y el poder de Dios, y la lucha y el esfuerzo diario de nosotros.

        Hna. Marta C. Jiménez D.

Religiosa de la Comunicación Social